lunes, 6 de diciembre de 2010

Sûtras I 13 y 14

    Como vimos en el sûtra anterior, la práctica y el desapego son dos aspectos del trabajo que realizamos para perfeccionarnos en el Camino del Yoga. El primero "positivo", el otro "negativo". La práctica es siempre un esfuerzo, en el sentido activo de la palabra: una movilización de nuestras fuerzas, con vistas a vencer una resistencia. El desapego consiste en desembarazarse de las cosas indeseable (¡y sin embargo, a menudo, tan deseadas!), puede tener un lado más pasivo en la medida en que, gracias a la práctica, las cosas superfluas caen a menudo por sí mismas. Pero, puede también exigir un esfuerzo constante de firmeza y reflexión.
     En los sutras I.13 y 14 Patanjali nos va a definir LA PRÁCTICA.
    Y, lo va a hacer dándonos en el aforismo 13 (tatra sthitau yatna abhyâsah), una breve y concisa definición. Nos dice que la práctica consiste en un esfuerzo permanente, emprendido para obtener un apaciguamiento y una mejor orientación de la mente.
Cada vez que nos decimos, estando presente en nosotros el objetivo del yoga: "voy a hacer algo para mejorar la calidad de mi mente", podemos hablar de práctica. Mejorar la calidad de la mente, es buscar volverla más clara, atenta y tranquila. Y será, al final del camino, volverla perfectamente estable, límpida y dirigida hacia el objetivo más elevado. El yogui está constantemente tratando de estabilizar su mente, sobre todo, cuando percibe que hay cierta inestabilidad que tiende a instalarse en él.
Esta estabilidad, esta calidad de orientación necesitan esfuerzo, pero, no importa cuáles. La práctica comprende técnicas precisas y bien conocidas por los practicantes de yoga, como pueden ser el control de la respiración o la concentración, por ejemplo; pero, puede ser también una observación tranquila y atenta de uno mismo, de la manera en que me comporto, y como realizo todas mis actividades cotidianas: alimentación, trabajo, relaciones, descanso o comunicación...
La práctica no se reduce a los ejercicios físicos, respiratorios u otros, a todas estas cosas que llevan un nombre y para las que existe una descripción técnica. La práctica es una ascesis, en el sentido más amplio, encaminada hacia el objetivo del yoga (tal y como Patanjali nos lo definió en el segundo aforismo).

  
 En el aforismo 14 (sa tu dîrgha kâla nai-rantarya satkâra âdarâ âsevito dridha bhûmih) se nos precisa un poco más, y se nos presentan las cualidades que debe presentar nuestra práctica de yoga:
. La práctica es, ante todo, cuestión de tiempo. En nuestra vida actual, tendemos a iniciar actividades o practicar ejercicio, para obtener y acumular resultados precisos, en el menor tiempo posible. Pero, la práctica de yoga, considerada en su conjunto, debe tener la cualidad de resistencia. En la vida de un yogui, diez años, veinte años de práctica no representan gran cosa. Si bien pueden obtenerse algunos resultados a los pocos meses o años de iniciar esta senda, uno se da cuenta pronto, de que el camino es largo. Así pues, debemos mantener ese esfuerzo del que habla el sûtra anterior, largo tiempo.
. La segunda cualidad, unida al tiempo, es la continuidad. Este largo camino hacia el samadhi, no debe ser interrumpido. Hay que practicar mucho tiempo (toda una vida), pero hay que practicar también, asiduamente. Así pues, este esfuerzo debe ser mantenido con regularidad. No hay que interrumpir la práctica cotidiana. Cualquier ejercicio, incluso el más sencillo y corto, puede ser útil, a condición de ser ejecutado con regularidad y sin interrupción. Sentarse tranquilamente, inmóvil, con los ojos cerrados, enderezar la espalda y respirar lentamente, por ejemplo, o tumbarse un momento y relajar el cuerpo...todo esto y muchas otras cosas constituyen nuestra práctica. Son momentos en los que uno se ocupa de uno mismo, a fin de que la mente esté más tranquila, más clara y menos dispersa.
. Patanjali insiste también en la calidad de la práctica. La elección de los ejercicios y la manera de realizarlos, deben estar en conformidad con cierta ética. Deben respetar, en todos los sentidos de la palabra, la enseñanza recibida. Una orientación de la práctica hacia la perfección tendrá como consecuencia elevar la mente. Una orientación incorrecta, corre el riesgo de dar un resultado contrario. Es necesario pues, que haya un sentido de reverencia, de gratitud, que implica mucho cuidado y discernimiento en la elección de los ejercicios y en la manera de ejecutarlos. Una práctica de calidad engendra una serenidad verdadera, está orientada hacia emociones más nobles, pensamientos más elevados, al respeto del prójimo y la búsqueda de una mejor relación con el entorno.
. Esta práctica, realizada de esta manera cuidada y respetuosa, mantenida con ardor y entusiasmo, durante mucho tiempo, y sin interrupción, acaba por quedar firmemente establecida. Llega a ser entonces una segunda naturaleza. Está tan integrada en nuestra vida, que no nos es posible pasar un solo día sin disponernos a la búsqueda de ese estado de yoga. Esa búsqueda nos habita constantemente. Ya no se trata de practicar algunos minutos por la mañana (que siempre es beneficioso) y luego pensar en otra cosa el resto del día, sino que ahora invade nuestra vida y se enraíza para transformarla. Nos influencia profundamente nuestra manera de pensar, comunicar, escuchar, observar y vivir.
     Y, el sûtra acaba diciendo, que cuando todas estas cualidades están presentes, entonces se puede decir que la práctica (y por tanto el objetivo del yoga) está verdaderamente presente y bien establecida en la vida del yogui. Impregna nuestra mente. Y, existe un constante recuerdo de la exigencia del yoga que, poco a poco, de manera cada vez más natural, se impone en nosotros.
 http://www.etyviniyoga.es/index.php?option=com_content&view=article&id=237&Itemid=146

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