martes, 4 de octubre de 2011

ÂSANA: como observar una sesión colectiva

Viniyoga inicia, a partir de este primer número, la publicación de una serie de artículos bajo el epígrafe "Pedagogía". El primero se debe a una profesora de yoga americana, Margaret Pierce, de Atlanta, En el seminario de Gwynn Valley, en septiembre de 1982, Margaret fue galardonada con un primer premio por su "observación de una sesión de Asana ".
 
La bailarina se dirige a su sitio de costumbre, con paso ligero y gracioso. Luego se estira, suspi­rando.
17h 50', la clase empieza dentro de 10 minutos. Una mujer senta­da está absorbida haciendo pun­to. Otra está sentada en ardha padmasana, con el rostro sereno. Una tercera, con el rostro ilumi­nado, pone encima de mi mesa una rosa de largo tallo. Mientras tanto, el practicante de halterofi­lia, con el cuerpo tenso, habla con pasión de su ultimo desgarrón muscular.

18h 58'. Un alumno pregunta con insistencia: "¿Cuál es el significado de samadhi?"
Fuera, un coche se para en seco de un frenazo. La conductora entra, pasa  por encima de los alumnos echados y se precipita hacia el baño.
Yo permanezco vigilante, interesada, nada escapa a mi mirada. He estudiado el yoga, lo he experimentado con mi propio cuerpo, he visto practicar millares de per­sonas. No es en la universidad donde he aprendido el arte de observar los âsanas, sino por ex­periencia. Esta tarde misma, voy a hacer nuevos descubrimientos sobre mí misma y sobre mis alumnos. El cuerpo es una má­quina compleja. Importa someter a observación diversas posturas, no una sola. Debo evitar las con­clusiones prematuras y verificar mis teorías. Me esforzaré en dejar de lado mis ideas preconcebidas y mis juicios, evitaré el juego demasiado fácil de enseñar sólo las posturas que me gustan y pro­yectar mis propios problemas y las indicaciones de mi profesor sobre mis alumnos.
Debo investigar. Ver el cuerpo entero y no solamente sus partes. Observar no consiste sólo en fijarse en la aplicación de una técnica.
He terminado mi exposición. Ahora permanezco discretamente apartada y observo a la mujer que ha traído la rosa. Tiene el rostro sereno, pero su asana que­da muy por debajo de la forma standard. Su forma de doblar los brazos en samasthiti revela un problema de cuello y hombros. La parte baja de su espalda, que permanece plana en uttânâsana, muestra rigidez y tensiones en esa zona.
Observo primero los movimien­tos rápidos para verificar la flexi­bilidad articular, luego los mis­mos movimientos ejecutados muy lentamente. Entonces las le­yes de la naturaleza se hacen pa­tentes, los músculos muestran su fuerza y debilidad. Las posturas simples son muy elocuentes.
Unos rostros aparecen impasi­bles, otros atormentados, algunos crispados, otros parecen regañar. ¿A quién regañan? ¿A sí mismos, la postura, a mí? ¿No será la expresión de una tensión muscu­lar excesiva?
El hombre  que estaba sentado tan tranquilo al principio de la clase hace ahora doce respiracio­nes en mahâ mudrâ de un costa­do y luego del otro. Respira sua­vemente, con regularidad, hacien­do una pausa al final de las inspi­raciones y de las expiraciones. El cuerpo, la respiración y la mente se unen en el asana. Tras los pár­pados cerrados los ojos permane­cen inmóviles. Otros ejecutan los asanas de forma mecánica.
Obser­vo con atención a la ex-bailarina, cuyo cuerpo expresa tan bellas formas. Su movilidad y flexibili­dad son engañosas. Ha aprendido a dar belleza a sus formas y a di­simular su dolor.Contemplarla en su uttânâsana es pura delicia. Sin embargo, ya des­pués de una respiración hecha en ardha uttânâsana, su respiración desordenada me descubre la ver­dad: el dolor y la debilidad en la parte baja de su espalda. Su cuar­to ardha uttânâsana me lo descu­bre más aún. La fatiga y debili­dad se hacen todavía más mani­fiestas. Contrasto mis observaciones. Una parte del cuerpo puede fácil­mente compensar las debilidades de otra. ¿Sus caderas sueltas no disimularán la tensión en la parte inferior de la espalda?
Mi "viril" halterófilo tiene mu­cha fuerza, pero le falta resisten­cia y flexibilidad. Recientemente se vanagloriaba de poder hacer 100 levantamientos. No obstante, se encuentra sin aliento después de dos flexiones hacia adelante. Su espalda se redondea con dolor cuando se empeña en sentarse con las piernas cruzadas.
El joven a su lado no saldría ga­nador en una prueba de halterofi­lia, sin embargo tiene realmente fuerza. Es capaz de permanecer en salabhâsana, con los brazos hacia adelante, durante numero­sas respiraciones lentas y regula­res. Tiene vigor, es decir, fuerza, flexibilidad y factores mentales en la debida proporción. Se mues­tra muy paciente en su mahâ mu­drâ. Percibe su respiración y todo lo que ocurre en su cuerpo. Se toma su yoga con seriedad. Lo he ido observando con regularidad y lo he conducido con perspicacia a posturas estáticas, teniendo en cuenta sus limitaciones. Trabaja de forma independiente, más allá del nivel muscular, mientras se observa. Sigo observándolo, mientras retengo en mi mente que la respiración entraña la ver­dadera prueba de la fuerza. Ella es la clave de la observación.
19h 30'. Me he dedicado a obser­var no sólo con los ojos, sino  con todos mis sentidos. He observado a mis alumnos en el plano físico. He visto lo que podían y no po­dían hacer, He procurado recupe­rar mi propia capacidad de intui­ción y, a partir de ahí, captar las cosas desde dentro y sacar mis conclusiones.
Sirvo tranquilamente el té y borro la pizarra. Sigo observando. ¿Quién se pondrá de pie de un salto al final de la sesión? ¿Quién se quedará confortablemente sentado, dudando en abandonar el placer tranquilo de la respiración? Observar una sesión de yoga es un arte. Sin em­bargo, requiere sin duda un saber.
Deberíamos desarrollar en noso­tros técnicas de observación. No Obstante, tan importante como esto es incrementar la relación con cada alumno en particular.
Debemos igualmente desarrollar­nos nosotros mismos. Debemos adquirir confianza (sin arrogan­cia) en nosotros mismos y abrir­nos a nosotros mismos y a los de­más. Tenemos que vivir nuestro yoga. En nuestra observación de los demás y las indicaciones que les damos cuenta mucho nuestro propio estado mental.
Margaret Pierce.
Publicado en la REVISTA VINIYOGA nº 0 (Primera época) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.