Viniyoga
inicia, a partir de este primer número, la publicación de una serie de
artículos bajo el epígrafe "Pedagogía". El primero se debe a una
profesora de yoga americana, Margaret Pierce, de Atlanta, En el
seminario de Gwynn Valley, en septiembre de 1982, Margaret fue
galardonada con un primer premio por su "observación de una sesión de
Asana ".
La bailarina se dirige a su sitio de costumbre, con paso ligero y gracioso. Luego se estira, suspirando.
17h 50', la clase empieza dentro de 10 minutos. Una mujer sentada está absorbida haciendo punto. Otra está sentada en ardha padmasana,
con el rostro sereno. Una tercera, con el rostro iluminado, pone
encima de mi mesa una rosa de largo tallo. Mientras tanto, el
practicante de halterofilia, con el cuerpo tenso, habla con pasión de
su ultimo desgarrón muscular.
18h 58'. Un alumno pregunta con insistencia: "¿Cuál es el significado de samadhi?"
Fuera,
un coche se para en seco de un frenazo. La conductora entra, pasa por
encima de los alumnos echados y se precipita hacia el baño.
Yo
permanezco vigilante, interesada, nada escapa a mi mirada. He estudiado
el yoga, lo he experimentado con mi propio cuerpo, he visto practicar
millares de personas. No es en la universidad donde he aprendido el
arte de observar los âsanas, sino por experiencia. Esta tarde
misma, voy a hacer nuevos descubrimientos sobre mí misma y sobre mis
alumnos. El cuerpo es una máquina compleja. Importa someter a
observación diversas posturas, no una sola. Debo evitar las
conclusiones prematuras y verificar mis teorías. Me esforzaré en dejar
de lado mis ideas preconcebidas y mis juicios, evitaré el juego
demasiado fácil de enseñar sólo las posturas que me gustan y proyectar
mis propios problemas y las indicaciones de mi profesor sobre mis
alumnos.
Debo
investigar. Ver el cuerpo entero y no solamente sus partes. Observar no
consiste sólo en fijarse en la aplicación de una técnica.
He
terminado mi exposición. Ahora permanezco discretamente apartada y
observo a la mujer que ha traído la rosa. Tiene el rostro sereno, pero
su asana queda muy por debajo de la forma standard. Su forma de doblar
los brazos en samasthiti revela un problema de cuello y hombros. La
parte baja de su espalda, que permanece plana en uttânâsana, muestra rigidez y tensiones en esa zona.
Observo
primero los movimientos rápidos para verificar la flexibilidad
articular, luego los mismos movimientos ejecutados muy lentamente.
Entonces las leyes de la naturaleza se hacen patentes, los músculos
muestran su fuerza y debilidad. Las posturas simples son muy elocuentes.
Unos
rostros aparecen impasibles, otros atormentados, algunos crispados,
otros parecen regañar. ¿A quién regañan? ¿A sí mismos, la postura, a mí?
¿No será la expresión de una tensión muscular excesiva?
El hombre que estaba sentado tan tranquilo al principio de la clase hace ahora doce respiraciones en mahâ mudrâ
de un costado y luego del otro. Respira suavemente, con regularidad,
haciendo una pausa al final de las inspiraciones y de las
expiraciones. El cuerpo, la respiración y la mente se unen en el asana.
Tras los párpados cerrados los ojos permanecen inmóviles. Otros
ejecutan los asanas de forma mecánica.
Observo
con atención a la ex-bailarina, cuyo cuerpo expresa tan bellas formas.
Su movilidad y flexibilidad son engañosas. Ha aprendido a dar belleza a
sus formas y a disimular su dolor.Contemplarla en su uttânâsana es pura delicia. Sin embargo, ya después de una respiración hecha en ardha uttânâsana,
su respiración desordenada me descubre la verdad: el dolor y la
debilidad en la parte baja de su espalda. Su cuarto ardha uttânâsana me
lo descubre más aún. La fatiga y debilidad se hacen todavía más
manifiestas. Contrasto mis observaciones. Una parte del cuerpo puede
fácilmente compensar las debilidades de otra. ¿Sus caderas sueltas no
disimularán la tensión en la parte inferior de la espalda?
Mi
"viril" halterófilo tiene mucha fuerza, pero le falta resistencia y
flexibilidad. Recientemente se vanagloriaba de poder hacer 100
levantamientos. No obstante, se encuentra sin aliento después de dos
flexiones hacia adelante. Su espalda se redondea con dolor cuando se
empeña en sentarse con las piernas cruzadas.
El
joven a su lado no saldría ganador en una prueba de halterofilia, sin
embargo tiene realmente fuerza. Es capaz de permanecer en salabhâsana,
con los brazos hacia adelante, durante numerosas respiraciones lentas y
regulares. Tiene vigor, es decir, fuerza, flexibilidad y factores
mentales en la debida proporción. Se muestra muy paciente en su mahâ mudrâ.
Percibe su respiración y todo lo que ocurre en su cuerpo. Se toma su
yoga con seriedad. Lo he ido observando con regularidad y lo he
conducido con perspicacia a posturas estáticas, teniendo en cuenta sus
limitaciones. Trabaja de forma independiente, más allá del nivel
muscular, mientras se observa. Sigo observándolo, mientras retengo en mi
mente que la respiración entraña la verdadera prueba de la fuerza.
Ella es la clave de la observación.
19h
30'. Me he dedicado a observar no sólo con los ojos, sino con todos
mis sentidos. He observado a mis alumnos en el plano físico. He visto lo
que podían y no podían hacer, He procurado recuperar mi propia
capacidad de intuición y, a partir de ahí, captar las cosas desde
dentro y sacar mis conclusiones.
Sirvo
tranquilamente el té y borro la pizarra. Sigo observando. ¿Quién se
pondrá de pie de un salto al final de la sesión? ¿Quién se quedará
confortablemente sentado, dudando en abandonar el placer tranquilo de la
respiración? Observar una sesión de yoga es un arte. Sin embargo,
requiere sin duda un saber.
Deberíamos
desarrollar en nosotros técnicas de observación. No Obstante, tan
importante como esto es incrementar la relación con cada alumno en
particular.
Debemos
igualmente desarrollarnos nosotros mismos. Debemos adquirir confianza
(sin arrogancia) en nosotros mismos y abrirnos a nosotros mismos y a
los demás. Tenemos que vivir nuestro yoga. En nuestra observación de
los demás y las indicaciones que les damos cuenta mucho nuestro propio
estado mental.
Margaret Pierce.
Publicado en la REVISTA VINIYOGA nº 0 (Primera época)
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