Comentario
Este
aforismo presenta la cualidad de las personas que aspiran a la libertad
completa, desembarazada de todas las formas de apego. Esas personas la
alcanzan gracia a su fe inquebrantable.
El
yoga, recordémoslo, existía mucho antes que Patanjali. Se dice que el
Señor Nârâyana enseñó el yoga a los seres eternos que le rodeaban. Estos
instruyeron a Vasishta quien, a su vez instruyó a su propio hijo. Este
lo transmitió a Parâshara, éste a Anka y luego a Vyâsa. Es un buen
ejemplo de transmisión de maestro a discípulo, un método de instrucción
que conserva el espíritu y contenido de disciplinas como el yoga, el
canto védico y los rituales. Puede darse que de otra forma estas
disciplinas no den los resultados esperados.
La
experiencia del samâdhi no se puede realizar sin la conducción e
instrucción de un maestro. Para ayudarlos se dan en las escrituras
sagradas numerosas indicciones.
¿Qué es el samâdhi? Es la facultad que posee
el espíritu – libre de las provocaciones de la excitabilidad (rajas) y
de la inactividad (tamas) – de hacer la experiencia de la verdadera
naturaleza del objeto de meditación.
El
gran santo Yamunâchârya propone el “ahamgrahapâsana”* como medio de
acceso a ese estado. El aspirante que se vincula íntimamente con “aham”
tendrá éxito en todo lo que emprenda, incluido el “samâdhi”. Aquí “aham” debe entenderse como la presencia de Dios en nuestras acciones. No es pues el “aham” de la escuela Sâmkhya para la que aham es uno de los estados de la materia inanimada.
El
samâdhi deviene entonces ese contacto íntimo con “Dios que reside en
nuestro corazón” (antaryamin). La fe, la voluntad de proseguir y la
capacidad de acordarse de lo que se debe hacer ayudan en gran manera en
esa aventura; sin embargo, la práctica constituye su elemento más
importante. En cierto sentido el tercer aforismo de este capítulo
contiene la misma idea.
La
experiencia de gozo y sabiduría extraordinarios es una consecuencia del
contacto con Dios. Quien ha visto una parte de un templo seguirá
adelante hasta el coro. De manera semejante, quien ha percibido la
presencia oculta de su jîva irá más lejos y alcanzará al espíritu
supremo: Dios.
Es
difícil describir la naturaleza de semejante experiencia. Algunos la
ven como una relación entre un profesor y su alumno, otros como la de un
padre con su hijo.
Liberarse del sufrimiento
Desikachar:
Los aforismos y sus comentarios muestran que las personas que buscan
por la vía del yoga pueden ser clasificadas en dos grupos. El primero
comprende individuos en busca de un provecho: buena salud, mente
potente, capacidad de dominar la mente de los demás, poder sobre los
elementos, experiencias superiores, a saber, “placeres celestiales”,
etc. El otro grupo está formado por algunas raras personas cuyo único
objetivo es la liberación. Estos han comprendido por propia experiencia,
reflexión o la ayuda de un maestro, que los placeres no traen a fin de
cuentas más que problemas. Esto se debe a que esas satisfacciones no son
eternas, existe pues un riesgo de perderlas y cada deseo basto, una vez
satisfecho, es substituido en seguida por un nuevo antojo.
Con
una gran voluntad estas personas deciden finalmente no aceptar ya otra
cosa que la liberación total del sufrimiento. Desde el momento que un
elemento es capaz de crear un problema, con su gran sabiduría lo
apartan. Son “mukti”, no viven más que para lo que les libera de las
dificultades.
Estas
dos ideas existían ya antes de Patanjali. En India creemos que Dios
estuvo en el origen de la enseñanza del yoga. Se considera que grandes
maestros como Vasishta, Parâshara o Vyâsa recibieron la enseñanza de
Dios mismo o de sus padres. Esta enseñanza, recibida directamente de
Dios, se transmitió para la realización de mukti: la felicidad eterna.
El aforismo 20
se dirige a los que buscan esa liberación definitiva del dolor y
presenta la cualidad principal requerida en dicho fin: Shraddhâ.
Shraddhâ
es la fe inquebrantable, la que mueve montañas, la que elude todo
compromiso. La persona en la que habita esta cualidad primordial va
hasta el final, sin dejarse turbar por los fracasos. De hecho, en presencia de Shraddhâ el fracaso mismo se considera como útil:
permite medir la fuerza y la cualidad de la fe. Cada error, cada revés
se transforma en trampolín. La persona vuelve a partir una y otra vez y
aún con mayor entusiasmo.
Dicha cualidad de confianza inquebrantable sustenta y magnifica una segunda cualidad: vîrya
– la fuerza, energía. Pese a las oposiciones o reveses no sólo no se da
desánimo alguno, sino que la persona no escarmienta en absoluto. Es que
no conoce el abatimiento. Al contrario, está radiante de carácter y
vigor.
Entonces viene “smriti”: la memoria, la capacidad de acordarse de la dirección que hay que seguir, sin equívocos, sin vacilar. Con
la confianza, la energía y la memoria de la vía, el estado samâdhi se
hace accesible. Samâdhi es conocer, vivir la experiencia de la verdadera
naturaleza del objeto de meditación. Como dice mi padre, esto se hace a
través del órgano psíquico libre de su pesadez y excitabilidad
habituales.
Ahamgrahapâsana
El
profesor Krishnamacharya introduce a continuación una idea que emana de
su ilustre antepasado Yamunâchârya: la meditación, la reflexión sobre
el conocimiento del “yo” (Ahamgrahapâsana). En tal contexto, el aham o
“yo” es la presencia de Dios mismo en el interior del hombre.
En
esta averiguación sobre Dios la mente es el instrumento de la búsqueda,
el jîva se convierte en un cuerpo par ese “yo” divino y la meditación
se centra en la visión de Dios en nuestro corazón. Según mi padre, la averiguación constante sobre “Dios que se encuentra en el corazón” (antaryâmin) alimenta la fe.
Uno
de los modos de funcionamiento favorito de la mente corriente es la
imaginación. En el momento en que se penetra en el campo de lo sutil, la
imaginación amenaza reemplazar la verdadera averiguación. Uno cree que
realiza una meditación de calidad y de hecho sueña despierto. Interviene
aquí, por tanto, una noción importante: la de ayuda exterior, del
profesor.
¿Quién
será este profesor? Alguien que nos observe con objetividad, en quien
se tiene confianza, una persona que da prueba de sabiduría. Para algunos
será Dios mismo.
Así
la fe, una poderosa voluntad de ir adelante en la dirección escogida y
esa llamada constante al espíritu del objetivo final son los medios de
alcanzar mukti, el estado “más allá de las dificultades”, la liberación.
Preguntas:
- El profesor Krishnamacharya dice que la experiencia de samâdhi sólo se puede realizar bajo la conducción e instrucción de un profesor. Para otros el samâdhi es una especie de estado de gracia que, en cierta manera puede “caerle encima” a uno, a veces incluso oponiéndose su cuerpo. ¿Cómo se explica esta diferencia en la interpretación?
o En
realidad no hay ninguna contradicción. El samâdhi espontáneo es un
estado de gracia extraordinario que viven muy raras personas de una
humildad extrema; éstas encuentran a sus profesores por todas partes en
el mundo, en cualquier cosa y momento.
Por
el hecho de vivir con una atención, escucha y abertura totales, no
tienen necesidad de “maestro”, ya que la vida entera es su profesor.
Para ellas cada acontecimiento se convierte en aprendizaje. El más
pequeño gesto, palabra o cambio afina su sabiduría. Y todo por su humildad.
A
falta de humildad, hay que pasar necesariamente por la relación con
alguien que mediante su presencia, consejos y exigencias, ayudará a
conseguir algo y a progresar en el camino del yoga. Aceptar la autoridad
de otra persona no es, sin embargo, siempre fácil: confiar, seguir una
enseñanza, aprender a obedecer, no considerarse siempre como el maestro,
ser capaz de escuchar. Sin esta humildad sólo se aumenta el propio
orgullo.
- Actualmente disponemos de múltiples medios de información (libros, casetes audios y vídeo…) ¿Semejante profusión hace al profesor más o menos importante que antes?
o Hay
que felicitarse por la existencia de todos estos medios técnicos.
Porque son útiles. Tenemos mucha suerte de vivir en esta época en la que
se puede mandar y recibir cada vez más información. ¿Por qué habría que
rechazarlos? Sin embargo, como los órganos de los sentidos, no son más
que instrumentos. Tanto en un caso como en el otro, el espíritu debe
permanecer en el señor. Desgraciadamente se ven aparecer situaciones de
dependencia cada vez más importantes en relación con libros y casetes.
Hay quienes cuentan de forma permanente con esos objetos para cualquier
decisión. Y pierden toda autonomía.
El papel del profesor consiste, al contrario, en reforzar el libre arbitrio del alumno,
seguir su evolución paso a paso, adaptarse a los acontecimientos,
escuchar, observar, intervenir o no intervenir. Esto no pueden hacerlo
los libros ni los casetes.
Bien utilizados, libros y casetes son de gran utilidad, pero no una panacea.
Empezar por el bigote?
- La meditación sobre el sentido del “yo”, esa investigación sobre “Dios que se encuentra en el corazón del hombre” me parece difícil de llevar a cabo. ¿Cómo se llega a ello?
o En este campo, más aún que en otros, es necesaria la progresión gradual. Algunas personas están preparadas, comprenden y viven esas experiencias intensamente. Para otras, hay que partir de mucho más lejos.
Me
acuerdo de un seminario de “comportamiento y organización”. El animador
había pedido a los asistentes que dirigieran su mirada sobre sí mismos,
que intentaran descubrirse. Por la noche, cuando la discusión, nos
dimos cuenta de que casi todos los participantes habían reflexionado
gran parte del día sobre la cuestión, excepto una persona, un director
de empresa.
Éste
se había preguntado: ¿Qué es toda esta historia?; luego se había
dirigido a los servicios para mirarse en un gran espejo. Salió al cabo
de un breve minuto e hizo su informe: He visto que mi personalidad está
ligada a mi bigote. Eso soy. Admito que empieza a hacerse un poco gris,
pero no creo que esto sea importante.
No
creo que Yamunâchârya nos invite a examinarnos el bigote; sin embargo,
para algunos, este es el primer paso. Nuestros Upanishad confirman que
hay que empezar por la investigación de uno mismo. Tenemos un cuerpo
físico, una columna vertebral.
Yendo
un poquito más lejos, uno toma conciencia de la respiración, luego de
la importancia de ésta en relación con los sentidos. Con algún éxito y
la ayuda de alguien más, se hace posible entonces hacer más profundo el
proceso y sobrepasar los aspectos puramente físicos. Uno puede
observarse como funciona, mirar sus propios comportamientos psíquicos.
Se
trata pues de una investigación que va de lo basto hacia sutil, de lo
concreto hacia lo no concreto. Para esto es útil una mente un poco
calmada. El profesor Krishnamacharya dice: “un espíritu libre de las
provocaciones de la excitabilidad y de la inactividad”. Rajas hace a uno
impaciente, impide la observación minuciosa. Tamas le deja a uno
clavado e impide la acción. Por consiguiente es indispensable un mínimo de preparación enfocada a reducir estos dos elementos desfavorables. Puestos estos preliminares nace la posibilidad entonces de investigar sobre “eso que se encuentra en nuestro interior”.
Hay que añadir todavía dos observaciones a esta pregunta:
- Este tipo de meditación (ahamgrahapâsana) no tiene nada en común con la imaginación.
- En este tipo de experiencia, la discreción es de recibo, se habla poco de ella, no se escriben libros sobre el tema. El silencio es de rigor ya que eso viene del interior.
Hacia una percepción perfecta de la realidad
- ¿Este aforismo se dirige a las mismas personas que el anterior?
o El
anterior describía la situación, las posibilidades y los riesgos que
corren las personas extraordinarias; éste, en cambio, concierne a la
mayoría de nosotros. Para nosotros que no tenemos predisposiciones
excepcionales, Patanjali da un conjunto de medios. En primer lugar la
fe, esta fuerza que puede alejar las tendencias indeseables de la mente y
orientarla hacia el estado de yoga. Viva y fuerte, la fe genera
automáticamente el poder, la energía y el entusiasmo en la acción, incluso
si hay que volver a empezar con frecuencia. Esta fe es una gracia, nos
recuerda sin cesar “la” dirección, el único objetivo.
Fe,
energía, memoria del objetivo perseguido, dan un conocimiento de un
nivel muy elevado, una percepción perfecta de la realidad.
* ahamgrahapâsana: la meditación (upâsana) de la comprensión (graha) del “yo” (aham).
Traducción y realización: Evelyn Figueroa y Frans Moors
Publicado en la Revista Viniyoga nº 12 (Primera época) - Junio 87
y actualmente en http://www.etyviniyoga.es/index.php?option=com_content&view=article&id=249&Itemid=155
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