lunes, 30 de mayo de 2011

VIGILANCIA Y OBSERVACIÓN

En una entrevista al Venerable Ānanda Maitreya, abad de un pequeño y retirado monasterio en las afueras de Colombo, le hicieron la siguiente pregunta:


¿Qué actitud se debe adoptar para ir penetrando nuestra impersonalidad?

Tienes que entender lo que en esencia eres tú. Lo importante es que comprendas lo que eres. Primero puedes analizar tu cuerpo sirviéndote de la mente; luego analizar la mente. Por lo menos durante unos minutos tienes que ver ese río de pensamientos que es la mente. 
Así, después de un tiempo, comprenderás lo que es cuerpo. Entenderás que no hay nada estático en el cuerpo, nada permanente, nada sustancial. Examina tu cuerpo parte por parte hasta conseguirlo, hasta que mentalmente veas dentro de los átomos, para descubrir si hay algo que no esté sujeto al cambio. Procediendo así, con este examen minucioso de tu cuerpo, finalmente sentirás que no hay nada sustancial dentro de todos esos procesos cambiantes e insatisfactorios, que no hay nada permanente. No existe, pues, ni el ego ni el yo.


Hay que observar muy cuidadosamente, cada día unos minutos, cómo funciona la mente. En un cuarto tranquilo, sentado, debes observar tu mente y verla como un río de pensamientos que proceden del pasado.

Por ejemplo, oyes un sonido y automáticamente tu pensamiento se ocupa en el sonido, o hueles algo y tus mecanismos mentales se activan hacia el olor. El pensamiento olfativo no es el mismo que el auditivo. Observando atentamente tu mente podrás descubrir que hay muchos tipos diferentes de pensamiento que dependen de los diferentes objetos. El pensamiento surge con relación a los objetos. Si no hay objetos, no hay pensamientos. 
Según los objetos, cambian nuestros procesos mentales. ¡Hay tantos tipos de pensamientos! El que medita debe examinar si hay algo que no cambia en este río de pensamientos. Hay que hacerlo muy aguda, cuidadosa, penetrantemente. Hay que vigilar y observar minuciosamente la mente para llegar a la conclusión de que no hay nada en ella que no cambie. Cuando medites examínala una y otra vez hasta que la misma mente comprende que ella es un mero fenómeno, una fiesta pasajera, una serie de fotogramas sobre una pantalla. Fotogramas que pasan y son sucedidos por otros a la vez que suceden a otros. 
Así es el río del pensamiento: siempre cambiante. Un pensamiento pasa y otro le sigue. Esto se ve muy claramente con la práctica de la observación de la mente. Al fin terminas por comprender lo que es la mente. Entonces vuelve a examinar minuciosamente el cuerpo. Sigue practicando de esta manera, alternando la observación del cuerpo y la mente, por lo menos un cuarto de hora todos los días. Con esta práctica podrás descubrirte tal y como eres. Después de un tiempo, podrás comprender y realizar a cada momento lo que verdaderamente eres incluso cuando estás con gente. Cuando realizas lo que verdaderamente eres, entonces además de comprender a ti mismo, lo comprendes claramente todo. Tenemos que comprender lo que somos aquí y ahora, pues en tanto no lo hagamos, no podremos experimentar el nibbāna, que está más allá. Cuando llega la comprensión de uno mismo, el nibbāna (nirvana) surge automáticamente.
Facilitado por http://sarvavita.com/

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