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lunes, 7 de enero de 2013

YOGA-SUTRA I. 23

YOGA SUTRA I.23  Îshvara pranidhânâdvâ

Si, habitualmente, asociamos la primera parte del primer libro de los Yoga Sûtras de Patanjali con el Sâmkhya Yoga; en la segunda parte, cuyo estudio comenzamos ahora, vemos aparecer en Patanjali una enseñanza, que no ha sido presentada en la primera parte, y, que se denomina Bhakti Yoga.
Con el aforismo I.23 exploramos un nuevo ámbito de los Yoga-Sûtra: el que presenta una serie de medios para la realización del yoga. El primero – la devoción – también es el más importante. Le dedicamos, por tanto, una atención particular.
Hay diferentes medios para alcanzar el estado llamado samâdhi. La práctica y el desapego (como vimos en sûtras anteriores) pueden conducirnos a él. Cuando alguien ha realizado el samâdhi, se aproxima a Dios y las consecuencias superan toda descripción. En el intento para alcanzar la perfección, si estamos todavía implicados por tendencias pasadas, aunque se obtengan facultades y poderes extraordinarios, la mente vuelve a un estado inestable.
Patanjali tenía conciencia de que estos medios eran difíciles de poner en práctica, y dadas las condiciones de vida de nuestra época…todavía más, y propone un método “muy fácil, accesible a todos”: îshvara pranidhâna.
Ishvara significa Dios, con todos sus atributos y cualidades. Representa el poder de creación, de conservación y de disolución del universo. En los sûtras siguientes, de esta sección, Patanjali nos irá dando su definición de ese Ishvara y veremos que está investido de cualidades nobles como la compasión, la fuerza, la accesibilidad y el poder de perdonar. Podemos representarlo con aspecto o atributos variados, según nuestras creencias, y aceptar una entidad más grande, más poderosa, más inteligente requiere humildad. No se va hacia Dios exigiendo, eso no sería ya pranidhâna. Es preciso, también, merecerlo. Como escribió Desikachar “los antiguos nos han enseñado a rezar a Dios con respeto, con sumisión, la cabeza baja y las manos juntas, pero sin miedo. En signo de humildad no miramos más que sus pies porque es demasiado grande, pero no le tememos...porque estamos llenos de amor por El.”

 
Pranidhâna significa el abandono incondicional de los devotos a îshvara y a ningún otro. Esto no se expresa con palabras, sino con todas las acciones, palabras e intenciones.
La actitud mental a adoptar (en palabras de Krishamacharya) puede resumirse así: “yo soy el receptáculo de los sufrimientos provenientes de mi pasado y de mi entorno presente. Sufro igualmente el peso de fuerzas que no controlo. No puedo atribuirle la falta a otros. Îshvara solo, por su compasión, puede borrar este sufrimiento. No pide nada a cambio. Sálvame, me entrego a ti”.
De un abandono tal, a Îshvara derivan el estado de samâdhi y los demás beneficios que le son inherentes.
A partir de este aforismo 23, que inicia la quinta sección del Libro I, Patanjali da una nueva indicación de la que no ha hablado hasta ahora. Y, presenta esto como un camino. Y, el camino sería Îshvara pranidhânâd vâ. El hecho de que Patanjali diga pranidhanâ acabado en “a larga”, nos da una indicación gramatical que indica que se trata de un camino. Es como si Patanjali nos dijera “por el camino que consiste en…”, en volverse hacia Ishvara.
El vâ del final de este aforismo se suele traducir por “o bien”, pero, también según la enseñanza de Krishnamacharya puede significar único, exclusivo, importante. Según el, en este caso no implica una posibilidad entre otras, sino más bien nos muestra su importancia y prioridad. Algo así como decirnos, que entre todos los medios disponibles hoy, îshvara pranidhâna figura en primer plano.
Desde esa doble interpretación, puede darse una doble explicación al Sûtra, una que iría dirigida a quien esté muy inmersa en la bhakti, en la devoción Pero, igualmente, puede servir a otra persona que argumente de otra manera y que simplemente pueda decir que la devoción vuelta hacia Dios es un medio, entre otros.
Es una fórmula muy abierta y excelente, porque el Yoga, lo que hace es abrirse a todas las personas independientemente de sus creencias religiosas o, también, si son agnósticas o ateas.  En este último caso, la fórmula principal del yoga de Patanjali de abhyâsa-vairâgya, es la adecuada y suficiente, porque se puede no tener creencias religiosas, pero, tener una búsqueda espiritual. No es, entonces, una búsqueda mística, vuelta hacia Dios, pero si una búsqueda de lo esencial, de nuestra verdadera naturaleza.
Reconocemos en esta enseñanza de Krishnamacharya, la influencia de una persona muy inmersa en la Bhakti, y que considera que el camino de liberación, por excelencia, es el de volverse hacia Dios y pedirle ayuda.
Pero, a la vez hay una gran tolerancia y apertura, hacia las otras personas que no quieran seguir este camino. Sería erróneo creer que îshvarapranidhâna basta por sí solo y que las sugerencias que siguen en los siguientes sûtras carecen de valor. De hecho, quizás su verdadero espíritu sea permitir a cada persona escoger la vía que le ayudará a mantener su búsqueda.

lunes, 26 de marzo de 2012

YOGA-SÛTRAS I.21 y 22


     Los aforismos 20, 21 y 22 van a dar a Patanjali la oportunidad de darnos el siguiente mensaje: para todas las personas que no hemos venido al mundo con las disposiciones o capacidades tan particulares, de las que nos habló en el Sutra 19, sigue habiendo esperanza. También vamos a poder progresar hacia el Estado del Yoga.
Eso si, apoyados en una convicción profunda a la que llamamos Shraddhâ. Es una fe absoluta en el Camino del Yoga. Esta creencia, esta convicción, viene de lo más profundo del Ser y va a inspirar su práctica de yoga. Esta persona va a tener la fuerza, el ardor que produce esta confianza, y que le va a dar el entusiasmo y la capacidad de volver y volver, constantemente a sus ejercicios de mantenimiento de la atención. Y, así de forma progresiva ir realizando el estado de samâdhi.

     Patanjali nos va a precisar ahora, en el Sûtra I.21 (tivra samveganam asannah), que en aquellas personas en que esta fe es muy, muy fuerte, la meta puede ser alcanzada muy rápidamente.
La fe inmensa es una confianza total y perfecta en el objetivo a alcanzar, y en el itinerario que lleva a él. Conduce pronto al objetivo, como si los dos fueran una sola cosa.
No exige ni pruebas, ni explicaciones. Se trata de una certeza interior que suscita una determinación sin fallo. Y, que ha de estar llena de valentía, de paz, de humildad y es un valor por el que el yogui puede ofrecer su vida.
Un nivel de fe tal es una gracia especial, una cualidad rarísima en el mundo de los humanos.

    Y, en el 22 (mridu madhya adhimatra-tvat api tatah visheshah) lo que va a precisar es que la meta se va a alcanzar, precisamente, en función de la intensidad de la fe. Si la fe no es demasiado fuerte, hará falta más tiempo. Si la fe es “media” (madhya) hará falta un poco menos de tiempo; y si la fe es intensa (adhimatra)…menos tiempo todavía.

Así pues, aquí Patanjali nos concreta que la fe es algo muy importante. Es algo que, a nivel muy elemental, sabemos perfectamente. Desde el momento en que tenemos confianza y fe, las cosas se realizan mucho más rápidamente. 

La profundidad de la fe varía inevitablemente de una persona a otra y, en una misma persona, varía con el tiempo. Los resultados reflejarán estas variaciones.
 
La fe viene de lo más profundo del Ser, tiene fundamentalmente el mismo poder en cada uno de nosotros. A pesar de todo… si se une a las fuerzas contradictorias de la naturaleza, se altera. Si es débil, tiene grandes dificultades para atravesar las nubes de la ignorancia.

Y, si es insuficiente, será indispensable la ayuda de un guía que nos transmita y comparta la fuerza de su propia fe.

         Y, es así como Patanjali acaba la primera parte del Libro I en el que nos ha ido definiendo el Yoga (sûtras 1 a 4); nos ha expuesto  las distintas actividades ordinarias de la mente (sûtras 5 a 11) y nos ha presentado el camino para alcanzar el estado de Yoga o samâdhi (sûtras 12 a 18).


sábado, 29 de octubre de 2011

Sûtra I.20: Shraddhâ vîrya smriti smâdhiprjnâ pûrvaka itareshâm


 Comentario
Este aforismo presenta la cualidad de las personas que aspiran a la libertad completa, desembarazada de todas las formas de apego. Esas personas la alcanzan gracia a su fe inquebrantable.
El yoga, recordémoslo, existía mucho antes que Patanjali. Se dice que el Señor Nârâyana enseñó el yoga a los seres eternos que le rodeaban. Estos instruyeron a Vasishta quien, a su vez instruyó a su propio hijo. Este lo transmitió a Parâshara, éste a Anka y luego a Vyâsa. Es un buen ejemplo de transmisión de maestro a discípulo, un método de instrucción que conserva el espíritu y contenido de disciplinas como el yoga, el canto védico y los rituales. Puede darse que de otra forma estas disciplinas no den los resultados esperados.
La experiencia del samâdhi no se puede realizar sin la conducción e instrucción de un maestro. Para ayudarlos se dan en las escrituras sagradas numerosas indicciones.
¿Qué es el samâdhi? Es la facultad que  posee el espíritu – libre de las provocaciones de la excitabilidad (rajas) y de la inactividad (tamas) – de hacer la experiencia de la verdadera naturaleza del objeto de meditación.
El gran santo Yamunâchârya propone el “ahamgrahapâsana”* como medio de acceso a ese estado. El aspirante que se vincula íntimamente con “aham” tendrá éxito en todo lo que emprenda, incluido el “samâdhi”. Aquí “aham” debe entenderse como la presencia de Dios en nuestras acciones. No es pues el “aham” de la escuela Sâmkhya para la que aham es uno de los estados de la materia inanimada.
El samâdhi deviene entonces ese contacto íntimo con “Dios que reside en nuestro corazón” (antaryamin). La fe, la voluntad de proseguir y la capacidad de acordarse de lo que se debe hacer ayudan en gran manera en esa aventura; sin embargo, la práctica constituye su elemento más importante. En cierto sentido el tercer aforismo de este capítulo contiene la misma idea.
La experiencia de gozo y sabiduría extraordinarios es una consecuencia del contacto con Dios. Quien ha visto una parte de un templo seguirá adelante hasta el coro. De manera semejante, quien ha percibido la presencia oculta de su jîva irá más lejos y alcanzará al espíritu supremo: Dios.
Es difícil describir la naturaleza de semejante experiencia. Algunos la ven como una relación entre un profesor y su alumno, otros como la de un padre con su hijo.

Liberarse del sufrimiento
Desikachar: Los aforismos y sus comentarios muestran que las personas que buscan por la vía del yoga pueden ser clasificadas en dos grupos. El primero comprende individuos en busca de un provecho: buena salud, mente potente, capacidad de dominar la mente de los demás, poder sobre los elementos, experiencias superiores, a saber, “placeres celestiales”, etc. El otro grupo está formado por algunas raras personas cuyo único objetivo es la liberación. Estos han comprendido por propia experiencia, reflexión o la ayuda de un maestro, que los placeres no traen a fin de cuentas más que problemas. Esto se debe a que esas satisfacciones no son eternas, existe pues un riesgo de perderlas y cada deseo basto, una vez satisfecho, es substituido en seguida por un nuevo antojo.
Con una gran voluntad estas personas deciden finalmente no aceptar ya otra cosa que la liberación total del sufrimiento. Desde el momento que un elemento es capaz de crear un problema, con su gran sabiduría lo apartan. Son “mukti”, no viven más que para lo que les libera de las dificultades.
Estas dos ideas existían ya antes de Patanjali. En India creemos que Dios estuvo en el origen de la enseñanza del yoga. Se considera que grandes maestros como Vasishta, Parâshara o Vyâsa recibieron la enseñanza de Dios mismo o de sus padres. Esta enseñanza, recibida directamente de Dios, se transmitió para la realización de mukti: la felicidad eterna.
El aforismo 20 se dirige a los que buscan esa liberación definitiva del dolor y presenta la cualidad principal requerida en dicho fin: Shraddhâ.
Shraddhâ es la fe inquebrantable, la que mueve montañas, la que elude todo compromiso. La persona en la que habita esta cualidad primordial va hasta el final, sin dejarse turbar por los fracasos. De hecho, en presencia de Shraddhâ el fracaso mismo se considera como útil: permite medir la fuerza y la cualidad de la fe. Cada error, cada revés se transforma en trampolín. La persona vuelve a partir una y otra vez y aún con mayor entusiasmo.

Dicha cualidad de confianza inquebrantable sustenta y magnifica una segunda cualidad: vîrya – la fuerza, energía. Pese a las oposiciones o reveses no sólo no se da desánimo alguno, sino que la persona no escarmienta en absoluto. Es que no conoce el abatimiento. Al contrario, está radiante de carácter y vigor.

Entonces viene “smriti”: la memoria, la capacidad de acordarse de la dirección que hay que seguir, sin equívocos, sin vacilar.  Con la confianza, la energía y la memoria de la vía, el estado samâdhi se hace accesible. Samâdhi es conocer, vivir la experiencia de la verdadera naturaleza del objeto de meditación. Como dice mi padre, esto se hace a través del órgano psíquico libre de su pesadez y excitabilidad habituales.




Ahamgrahapâsana

El profesor Krishnamacharya introduce a continuación una idea que emana de su ilustre antepasado Yamunâchârya: la meditación, la reflexión sobre el conocimiento del “yo” (Ahamgrahapâsana). En tal contexto, el aham o “yo” es la presencia de Dios mismo en el interior del hombre.
En esta averiguación sobre Dios la mente es el instrumento de la búsqueda, el jîva se convierte en un cuerpo par ese “yo” divino y la meditación se centra en la visión de Dios en nuestro corazón. Según mi padre, la averiguación constante sobre “Dios que se encuentra en el corazón” (antaryâmin) alimenta la fe.
Uno de los modos de funcionamiento favorito de la mente corriente es la imaginación. En el momento en que se penetra en el campo de lo sutil, la imaginación amenaza reemplazar la verdadera averiguación. Uno cree que realiza una meditación de calidad y de hecho sueña despierto. Interviene aquí, por tanto, una noción importante: la de ayuda exterior, del profesor.
¿Quién será este profesor? Alguien que nos observe con objetividad, en quien se tiene confianza, una persona que da prueba de sabiduría. Para algunos será Dios mismo.
Así la fe, una poderosa voluntad de ir adelante en la dirección escogida y esa llamada constante al espíritu del objetivo final son los medios de alcanzar mukti, el estado “más allá de las dificultades”, la liberación.

Preguntas:
  • El profesor Krishnamacharya dice que la experiencia de samâdhi sólo se puede realizar bajo la conducción e instrucción de un profesor. Para otros el samâdhi es una especie de estado de gracia que, en cierta manera puede “caerle encima” a uno, a veces incluso oponiéndose su cuerpo. ¿Cómo se explica esta diferencia en la interpretación?
  o   En realidad no hay ninguna contradicción. El samâdhi espontáneo es un estado de gracia extraordinario que viven muy raras personas de una humildad extrema; éstas encuentran a sus profesores por todas partes en el mundo, en cualquier cosa y momento.
Por el hecho de vivir con una atención, escucha y abertura totales, no tienen necesidad de “maestro”, ya que la vida entera es su profesor. Para ellas cada acontecimiento se convierte en aprendizaje. El más pequeño gesto, palabra o cambio afina su sabiduría.  Y todo por su humildad.
A falta de humildad, hay que pasar necesariamente por la relación con alguien que mediante su presencia, consejos y exigencias, ayudará a conseguir algo y a progresar en el camino del yoga. Aceptar la autoridad de otra persona no es, sin embargo, siempre fácil: confiar, seguir una enseñanza, aprender a obedecer, no considerarse siempre como el maestro, ser capaz de escuchar. Sin esta humildad sólo se aumenta el propio orgullo.

  •  Actualmente disponemos de múltiples medios de información (libros, casetes audios y vídeo…) ¿Semejante profusión hace al profesor más o menos importante que antes?
  o    Hay que felicitarse por la existencia de todos estos medios técnicos. Porque son útiles. Tenemos mucha suerte de vivir en esta época en la que se puede mandar y recibir cada vez más información. ¿Por qué habría que rechazarlos? Sin embargo, como los órganos de los sentidos, no son más que instrumentos. Tanto en un caso como en el otro, el espíritu debe permanecer en el señor. Desgraciadamente se ven aparecer situaciones de dependencia cada vez más importantes en relación con libros y casetes. Hay quienes cuentan de forma permanente con esos objetos para cualquier decisión. Y pierden toda autonomía.
El papel del profesor consiste, al contrario, en reforzar el libre arbitrio del  alumno, seguir su evolución paso a paso, adaptarse a los acontecimientos, escuchar, observar, intervenir o no intervenir. Esto no pueden hacerlo los libros ni los casetes.
Bien utilizados, libros y casetes son de gran utilidad, pero no una panacea.

Empezar por el bigote?

  •  La meditación sobre el sentido del “yo”, esa investigación sobre “Dios que se encuentra en el corazón del hombre” me parece difícil de llevar a  cabo. ¿Cómo se llega a ello?
  o  En este campo, más aún que en otros, es necesaria la progresión gradual. Algunas personas  están preparadas, comprenden y viven esas experiencias intensamente. Para otras, hay que partir de mucho más lejos.
Me acuerdo de un seminario de “comportamiento y organización”. El animador había pedido a los asistentes que dirigieran su mirada sobre sí mismos, que intentaran descubrirse. Por la noche, cuando la discusión, nos dimos cuenta de que casi todos los participantes habían reflexionado gran parte del día sobre la cuestión, excepto una persona, un director de empresa.
Éste se había preguntado: ¿Qué es toda esta historia?; luego se había dirigido a los servicios para mirarse en un gran espejo. Salió al cabo de un breve minuto e hizo su informe: He visto que mi personalidad está ligada a mi bigote. Eso soy. Admito que empieza a hacerse un poco gris, pero no creo que esto sea importante.

No creo que Yamunâchârya nos invite a examinarnos el bigote; sin embargo, para algunos, este es el primer paso. Nuestros Upanishad confirman que hay que empezar por la investigación de uno mismo. Tenemos un cuerpo físico, una columna vertebral.
Yendo un poquito más lejos, uno toma conciencia de la respiración, luego de la importancia de ésta en relación con los sentidos. Con algún éxito y la ayuda de alguien más, se hace posible entonces hacer más profundo el proceso y sobrepasar los aspectos puramente físicos. Uno puede observarse como funciona, mirar sus propios comportamientos psíquicos.
Se trata pues de una investigación que va de lo basto hacia sutil, de lo concreto hacia lo no concreto. Para esto es útil una mente un poco calmada. El profesor Krishnamacharya dice: “un espíritu libre de las provocaciones de la excitabilidad y de la inactividad”. Rajas hace a uno impaciente, impide la observación minuciosa. Tamas le deja a uno clavado e impide la acción. Por consiguiente  es indispensable un mínimo de preparación enfocada a reducir estos dos elementos desfavorables.  Puestos estos preliminares nace la posibilidad entonces de investigar sobre “eso que se encuentra en nuestro interior”.
Hay que añadir todavía dos observaciones a esta pregunta:
  •     Este tipo de meditación (ahamgrahapâsana) no tiene nada en común con la imaginación.
  •     En este tipo de experiencia, la discreción es de recibo, se habla poco de ella, no se escriben libros sobre el tema. El silencio es de rigor ya que eso viene del interior.

Hacia una percepción perfecta de la realidad

  •  ¿Este aforismo se dirige a las mismas personas que el anterior?
  o    El anterior describía la situación, las posibilidades y los riesgos que corren las personas extraordinarias; éste, en cambio, concierne a la mayoría de nosotros. Para nosotros que no tenemos predisposiciones excepcionales, Patanjali da un conjunto de medios. En primer lugar la fe, esta fuerza que puede alejar las tendencias indeseables de la mente y orientarla hacia el estado de yoga. Viva y fuerte, la fe genera automáticamente el poder, la energía y el entusiasmo en la acción,  incluso si hay que volver a empezar con frecuencia. Esta fe es una gracia, nos recuerda sin cesar “la” dirección, el único objetivo.

Fe, energía, memoria del objetivo perseguido, dan un conocimiento de un nivel muy elevado, una percepción perfecta de la realidad.
 
* ahamgrahapâsana: la meditación (upâsana) de la comprensión (graha) del “yo” (aham).

Traducción y realización: Evelyn Figueroa y Frans Moors
Publicado en la Revista Viniyoga nº  12  (Primera época) - Junio 87
y actualmente en http://www.etyviniyoga.es/index.php?option=com_content&view=article&id=249&Itemid=155

miércoles, 13 de julio de 2011

Sûtra I.19

Comenzamos con este Sûtra, la cuarta sección (comprende los aforismos 19 a 22). Es la última sección de la primera parte, del primer libro de los Yoga-sûtras. Recordamos que en las secciones anteriores, Patanjali nos ha hablado de lo siguiente:

En la primera sección nos ha presentado el yoga de una forma muy sencilla. Presenta el estado del yoga, desde el aforismo de yoga citta vritti nirodhah, en relación a la actividad ordinaria de la mente.

La segunda sección,  va a dedicarla a decirnos que es esa actividad normal de la mente.

Y, luego, en la tercera sección precisa el camino del yoga, de una manera más concreta: práctica asidua y desapego. Y, expone los resultados: los distintos niveles de samâdhi.

Y, ahora en esta cuarta sección va a hablarnos de la persona que está en el camino del yoga, que está instalada en una práctica muy regular, y que ha desarrollado un alto nivel de desapego. Va a decirnos que es un YOGUI.

 En el aforismo 19 (bhava pratyaya videha prakriti layânâm) se dice que hay personas, que se podría decir que son yoguis de nacimiento. Son personas capaces de alcanzar esos estados de samâdhi, de forma casi natural, a causa de su nacimiento.



 Estar profundamente comprometido en la búsqueda del yoga implica la presencia de una fuerza interior estimulante. Este condicionamiento tan poderoso existe de forma innata en algunas personas. En aquellos que “están sumergidos en su fuente”.

En India, cuando se comenta este aforismo, se dice que se obtiene ese estado porque en la vida anterior estas personas han hecho un trabajo personal. No llegaron a alcanzar la liberación, pero, a causa de ese trabajo, en su encarnación actual, están en un estado adecuado, ideal para continuar por esta misma vía. Se da en ellos “una acumulación de méritos”, adquiridos en vidas pasadas.

Patanjali utiliza dos términos distintos en este sutra para referirse a esas personas: “videha” y “prakritilaya”. Se suele traducir videha por “privado de cuerpo, que no tiene cuerpo, desencarnado, muerto”, y a veces, como ocurrirá en el sutra III.43, por “liberado en vida”.  Y, prakritilaya como “inmerso en la prakritti”.

Si esos “videha” se reencarnan dotados de disposiciones muy particulares en los campos de la concentración del espíritu, de la paz interior o de ciertas realizaciones que implican una poderosa actividad mental (sidhis); los prakritilaya son aún más avanzados. Se dice que alcanzaron anteriormente un muy alto nivel de conciencia y vienen a este mundo en una situación próxima a la realización. Están en lo más alto. Se habla incluso de “seres celestiales bajados de nuevo a la naturaleza”.

Se dicen muchas cosas, en los comentarios, relacionadas con estos términos, a veces muy distintos unos de otros. Pero, quizás, lo más sencillo e importante sería recordar que, de nacimiento, hay personas que están muy interesadas y atraídas por la vida interior. A menudo, son personas excepcionales.

Pero, además, por la manera en que Patanjali dice estas cosas y hace referencia al término prayatya (que puede significar “los movimientos del espíritu”), nos deja entrever algo más: estas personas excepcionales pueden “caer” de nuevo en la agitación, pueden ser atraídos de nuevo por la prakritti y experimentar una regresión hacia las agitaciones propias de la vida de los seres humanos corrientes.

Se dice  que el riesgo es importante, ya que el acceso de forma fácil a una serie de poderes o capacidades, es muy tentador. Si se apegan a ello serán incapaces de avanzar, y la caída muy dolorosa.

Esta advertencia nos recuerda varias cosas siempre importantes:

. Por un lado, que las cualidades innatas son armas de doble filo. Especialmente si en esa “buena suerte” obtenida de nacimiento, se olvida (como insistía el maestro Krishnamacharya) lo esencial: la búsqueda de Dios, de “Aquel que gobierna”.

. Por otro, que incluso aunque se llegue a un nivel muy alto de realización hay que estar muy atento porque pueden surgir cosas de nuestras profundidades y hacerte caer en un momento.

. Y, a la vez nos permite intuir la razón por la que los poderes extraordinarios, adquiridos desde el nacimiento (janmasiddhi), se consideran (como veremos en el libro IV) como inferiores a los obtenidos por otros medios.



   En los siguientes sûtras, de esta sección, Patanjali nos dirá la herramienta principal con la que contamos el resto de buscadores “normales”: la FE.

http://www.etyviniyoga.es/index.php?option=com_content&view=article&id=247&Itemid=153

domingo, 6 de febrero de 2011

Sûtras I.15 y 16

Continuando con el estudio de la tercera sección del primer Libro de los Yogasutras de Patanjali (Aforismos 12 a 18), nos acercamos este mes a los Sutras 15 y 16, donde se nos presenta el segundo componente del camino del yoga: EL DESAPEGO.

El desapego es una inteligencia de la vida, que nos permite desembarazarnos de las cosas inútiles o perjudiciales. En este primer libro dedicado, recordémoslo, a un discípulo avanzado, ya próximo a la meta, Patanjali no se toma la molestia de describir las etapas preliminares, y el desapego del que nos habla es de un alto nivel. Es el fruto de una paciente poda, de una gran cantidad de pequeños “sacrificios” cotidianos y de mucho discernimiento.

Este alto desapego, dice Patanjali se caracteriza por una “ausencia de sed”. Utiliza una forma un poco particular para decírnoslo, con una forma de hablar  propia de Patanjali. Nos dice que ese desapego no es una simple reducción, un control más o menos riguroso del deseo, sino la ausencia total. Sólo una persona establecida en una gran estabilidad mental puede poseer tal desapego. Y, a su vez, sólo el desapego trabajado hasta este alto grado de maestría puede permitir esa estabilidad mental. 

En efecto, si a la mayoría de la gente nos cuesta tanto estabilizar nuestra mente, es a causa de “demasiada sed”. Innumerables necesidades, innumerables deseos, de los que no podemos desapegar nuestros sentidos, nuestro corazón y nuestra mente, nos mantiene en un estado de insatisfacción e inquietud, que aviva las fluctuaciones de la mente.

Este desapego, caracterizado por un dominio, por un estado de ausencia total de sed nos resulta rarísimo, pero, no debemos olvidar que el primer libro se dirige a gente excepcional. Sin embargo, permite a los otros, a todos los seres más ordinarios (que nosotros somos) imaginarse este alto grado de desapego y tomarlo como modelo. Les permite también observar cómo están de lejos del desapego acompañado del dominio, darse cuenta que en ellos hay constantemente deseo, apego y que los diferentes sentimientos que estos engendran no cesan de turbarles la mente.

Aunque Patanjali no describa aquí las primeras etapas del desapego, es importarte decir algunas palabras sobre ello, ya que el desapego acompañado del dominio sólo llega al final de la práctica y es precedido por tres estados anteriores:
  • La resistencia: esforzarse en no incitar a los sentidos en la incesante búsqueda de placeres, tal es su objetivo. Aquí, el desapego y la práctica van unidos. Este primer grado de desapego es una ascesis, una resistencia a todo lo que entorpece la vida, turba la mente y debilita el carácter.
  • La renuncia: cuando el apego material, sin haber completamente desaparecido, ha sido suficientemente disciplinado, puede establecerse parcialmente un espíritu de renuncia. Se recogen los frutos de los esfuerzos precedentes. La batalla de los sentidos está en trance de ser ganada.
  • El abandono: cuando, a fuerza de práctica, los órganos de los sentidos están completamente privados de objetos y la idea de apego no subsiste más que en la mente (bajo la forma de germen) se alcanza el último estadio preparatorio.
Liberarse de la atracción hacia lo que a uno le gusta y de la repugnancia hacia lo que no le gusta, es la primera definición del desapego. La resistencia a los deseos debe ser más o menos radical, según la naturaleza de las cosas a las que estamos atados y según la intensidad de nuestro apego. Hay cosas, que indiscutiblemente, nos hacen sufrir y afectas nuestras relaciones (droga, juego, violencia, etc), y aquí hay que hacer un esfuerzo que puede ir hasta el desgarramiento, la eliminación pura y simple.
Otras cosas no son malas en sí mismas, pero, a pesar de todo, amenazan con engendrar sufrimiento. Una actividad sana (por ejemplo, un deporte) puede llegar a ser una pasión que devore todas nuestras fuerzas, nuestro tiempo, haciéndonos esquivar nuestras responsabilidades o abandonar a las personas más próximas. Aquí también se impone un trabajo, un esfuerzo de moderación y discernimiento.
Finalmente, otras cosas parecen intrínsecamente buenas, hasta el punto que parece legítimo apegarse a ellas (familia, amigos, trabajo), pero, incluso estas cosas pueden producir mucho sufrimiento si no se busca un cierto desapego.

Comprendemos pues que es importante poder vencer progresivamente cualquier forma de avidez, dependencia, todo sentimiento de posesión.

Volviendo a los últimos estadios del desapego que Patanjali nos presenta en estos sutras, distinguimos dos: el que lleva el sello de la maestría (descrito en el aforismo 15) y el desapego supremo (descrito en el 16).
 
El aforismo 15 (drishta anushravika vishaya vi-trishnasya vashikara samjna vai-ragyam) nos enseña, como hemos dicho, que el desapego que lleva el sello de la maestría es una ausencia de sed, no sólo por las cosas visibles (DRISHTA), sino igualmente por las cosas prometidas (ANUSHRAVIKA).

Lo que Patanjali califica de visible es lo que podemos aprehender físicamente, lo que está al alcance de nuestros sentidos, todo aquello que implique nuestra actividad psico-sensorial; pero son también todos los bienes abstractos (poder, estima, encanto…) e incluso los imaginados. Estas cosas denominadas visibles, comprenden también las satisfacciones de orden intelectual, la emoción artística o los placeres del estudio y el descubrimiento. En una palabra, las cosas visibles pertenecen al plano sensorial.

Las cosas prometidas son extrasensoriales. Conciernen a estas experiencias luminosas de las que nos hablan algunas enseñanzas espirituales. De una manera general, son todas las cosas prometidas a los que buscan perfeccionarse. Son “recompensas” que, bajo la forma de estados bienaventurados, llegan como para compensar nuestros esfuerzos. Se prometen a nuestro fervor, perseverancia, a todos los esfuerzos hechos por la búsqueda de la perfección, desde un cierto bienestar interior, una cierta quietud, hasta los más altos estadios de felicidad. 

Euforia, gran ligereza, sensaciones raras…los que siguen una vía espiritual conocen tarde o temprano, estos estadios de conciencia “modificada”. Son satisfacciones incomparablemente más elevadas, más preciadas que las de los sentidos y no es sorprendente que los que se benefician de ello puedan experimentar dificultades para desapegarse de ellas. Es natural intentar reproducir estas experiencias deliciosas. Sin embargo Patanjali nos advierte: el verdadero desapego consiste en mirarlas como estimulantes, pero también como artificios a los que no hay que dar demasiada importancia. La posición del yoga es muy clara: estas cosas prometidas no son extrañas en el camino, pero debemos considerarlas como simples indicaciones que marcan el itinerario espiritual de algunos. 

Son “consuelos”, estímulos que afirman su fe y les permiten situarse en el camino de la vida interior. Querer reproducirlos es una tentación. El que se detiene en ello demasiado desplaza todos sus deseos del plano material al plano espiritual: gran parte del trabajo debe rehacerse. El que se instala aquí, interrumpiendo su búsqueda, cae en la última trampa del apego.

El objetivo del yoga, que es el contacto con la fuente, no debe olvidarse nunca.
Cuando el yogui accede a él, nos enseña el aforismo 16 (tat param purusha khyateh guna vai-trishnyam), cuando “se realiza”, cuando reconoce su naturaleza profunda, alcanza el más alto grado (param) de desapego que un ser humano puede conocer: la ausencia de toda sed por las cualidades-primeras de la naturaleza.
 
Nada de lo que cambia, sea en el mundo exterior o en el interior, puede atraerlos. Como dice Patanjali, no experimenta ninguna atracción por las cualidades primeras (gunas) ni las cosas que se refieren a ellas. Sólo hay un deseo, el de permanecer unido a la fuente.

Esto no significa que el yogui realizado no sea capaz de vivir en el mundo material. Puede trabajar, beber, comer, comunicarse…pero ya no está en el estado de esclavitud en el que se encuentran la inmensa mayoría de los mortales. El descubrimiento de la fuente, de la realidad última, le ha hecho libre.

Alcanzamos aquí una cima en la vida espiritual, un nivel difícil de concebir. En el primer estadio, el yogui domina su avidez, su sed por las cosas visibles y prometidas; pero esta avidez está allí, en potencia. Esta segunda fase es el resultado de la realización. No hay avidez, ni siquiera en potencia. No hay que dominar nada. Todas las combinaciones posibles de las cualidades primeras, parecen haber desaparecido en la fusión del yogui con su fuente.



En el camino hacia ese desapego también hay grados. Si por ejemplo, cometemos un error y luego, nuestro sentido de la responsabilidad nos afecta profundamente y durante mucho tiempo, esto denota aún mucho apego, incluso en las cosas más ordinarias que, quizás se esconden detrás de nuestras exigencias morales. Si al contrario, constatando que nos hemos equivocado, reflexionamos seriamente sobre la situación, la corregimos lo mejor que podemos y luego pasamos página, demostramos mucho menos apego.

El apego puede revestir cantidad de formas sutiles. Puede ser más o menos sensual, más o menos egoísta; o puede, como hemos visto, referirse al deber moral. Pero ocurre que uno se cree atado al deber cuando en realidad busca dominar. Ocurre también que estemos atados a unas pocas cosas, pro que toda nuestra sed se remita entonces sobre ellas, con tal intensidad que nuestra vida se derrumbaría si nos privaran de éstas. El apego no es proporcional a la cantidad de bienes, ni a la importancia de la pérdida que uno corre el riesgo de sufrir. Los pobres están tan apegados como los ricos, y los viejos se agarran tanto a la vida como los jóvenes. 

Ricos o pobres, viejos o jóvenes, estamos apegados a alguna cosa. En realidad, a muchas cosas y el apego es siempre una fuente de dificultades. Es importante pues, aprender a abandonarse. Esta expresión no es sinónimo de indiferencia o negligencia, ya que abandonarse pide, al contrario, mucha atención y lucidez. Aquí no se trata de dejar de lado un objeto sin valor, sino de abandonar una cosa a la que uno valoraba, igual que se abre la mano para dejar volar un pájaro. Para abandonar, para aflojar las garras, es necesario relajarse y ésta es la razón por la que la relajación es tan importante en la práctica del yoga. El relajamiento es la escuela del desapego.

Para terminar esta sección todavía nos quedan dos aforismos (17-18) que nos darán una explicación de que es lo que ocurre cuando esa práctica y ese desapego se llevan de forma conjunta y adecuada en el Camino del Yoga.
http://www.etyviniyoga.es/index.php?option=com_content&view=article&id=242:sutras-i15-y-16&catid=53:sutras&Itemid=149

lunes, 3 de enero de 2011

EL SECRETO DEL YOGA

     
El Secreto del Yoga. Un cuento de sabiduría

   * Roach, Michael; McNally, Christie, (aut.)
   * Gordi Marimón, Isidro; Moll, Marta, (tr.)
   * Ediciones Amara - 2006  


Todo el mundo sabe que el "Yoga sutra" es la fuente original de la procede todo tipo de yoga. Lo que quizá desconoces es que este antiquísimo texto encierra también todos los secretos para sanar tu cuerpo y tu corazón, para superar enfermedades y frustraciones de todo tipo y para alcanzar salud, fuerza y paz interna.
Estos secretos sobre cómo puede de verdad el yoga hacernos seres completos, son revelados en una encantadora historia de cuando estas preciosas enseñanzas llegaron al Tíbet desde su cuna, la India, hace más de mil años.
Los autores han pasado años en monasterios tibetanos, siendo adiestrados por los últimos grandes Lamas del antiguo Tíbet en la lectura y práctica de los antiguos manuscritos originales acerca de los secretos del yoga.
"Tu propia sanación y la de otros con el Yoga Sutra".